No veo más que ventajas en ser un Rolling Stone. Si tienes que diseñar la portada de un disco no lo
haces en una reprografía de Argüelles, te lo hace Andy Warhol (Stiky Fingers). Si tienes que presentar
una gala-concierto no lo hace tu cuñado el simpático, lo hace Bill Clinton. Y
si tienes que hacer un vídeo de un concierto no se lo encargas a Photoboda
Studio Carabanchel, te lo hace Martin Scorsese.
El documental Shine a
Light se estrenó en cines en 2008, se grabó principalmente en los dos
conciertos del Beacon Theatre de Nueva York en 2006, y junta en el mismo cartel
los nombres de los Rolling Stones y de Martin Scorsese. Dos nombres tan grandes
que da vértigo verlos juntos. El resultado es excepcional, como no podría ser
de otra forma, y eso que el Cupletero nunca hubiera hecho esa selección de
canciones para un concierto: me sobran algunas y me faltan muchas de mis
favoritas. Se nos priva de maravillas como
Dead Flowers, Angie, Let’s Spend the Night Together, Gimme
Shelter y muchas más. En un momento del reportaje Jagger parece explicarse
argumentando que algunos temas no funcionan cantados en un teatro… le tendremos
que creer.
Soy muy de los Stones,
son músicos extraordinarios y eso sería suficiente para “llenar” un documental.
Pero si se lo encargas a Sorsese sabes que no se va a quedar ahí la cosa.
Efectivamente, el veterano realizador no se conforma con darnos música; el cine
se cuela también en el documental para presentarnos a los Rolling personajes. Incluso cae muy acertadamente en la tentación
de convertirse él mismo en personaje de la película.
Los primeros minutos de la película nos relatan un divertido
choque de trenes, o de egos, entre Jagger y Scorsese. No se puede saber cuánto
hay de invento en ello, pero el director aparece superado por la falta de
colaboración de la banda, y el músico quisquilloso, puñetero y casi sádico,
parece disfrutar agotando la paciencia de aquel. Paulatinamente, y ayudado por
cortes de viejas entrevistas de los años 60, 70 y 80 se nos van dibujando a
sutiles pinceladas los personajes principales. Un Mick Jagger racional,
prudente, metódico y trabajador. Un Charlie Watts incrédulo y perezoso que
parece militar en la banda de rock más grande de la historia como podría estar
trabajando en un sucursal de Caja Duero. Un Ronnie Wood chuleta y cariñoso. Y
sobre todo un Keith Richards apasionante. Reflexivo, inteligente, cínico y
socarrón, no es de extrañar que Johnny Depp se inspirara en él para crear su
Jack Sparrow (aunque yo diría “copiar” más que “inspirar”). Un tipo de finísima
ironía que aseguraba a finales de los 70 que lo que hacía antes de salir a
tocar delante de 100.000 personas era… “despertarse”(I wake up). No se puede contar más cosas con una respuesta más
escueta. En el concierto del Beacon
Theatre este superviviente de TODO nos regala otra de sus ágiles socarronerías
saludando al público con un “It’s good to
see you… it’s good to see anybody”. Claro, lo importante es estar.
Se las arregla además el cineasta para introducir en el
relato una idea fuerza: la caducidad no existe, o al menos no somos nadie para
determinarla. A Mick Jagger se le preguntó, cuando llevaba 2 años tocando en la
banda, cuánto creía que duraría; contestó que ni siquiera esperaba haber
aguantado dos años, pero que ya puestos esperaba seguir un año más. La
respuesta correcta, a día de hoy, hubiera sido 52 años como mínimo.
Los Rolling no son
lo que eran, cierto. La rebeldía, el exceso, la agitación y la energía desbocada
se han diluido. En el Beacon Thetre vemos a unos artistas millonarios que tocan
para biencomidos miembros de la burguesía americana. Pero ahora estos
sesentones (hoy algunos ya setentones) son bandera de la resistencia, la
supervivencia y la lealtad a lo que aman hacer. No sólo desafían al paso del
tiempo, es que se burlan de él. A edades en las que mucha gente vive en
pantuflas, ellos enseñan el ombligo y sacan la lengua. ¡Bravo!
Mola!Ahora me han dado muuuchas ganas de verlos...y es que lo Rolling son mucho Rolling. Bravo!
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