viernes, 27 de febrero de 2015

Birdman


Por fin tenemos canguro en México y, al igual que la cabra tira para el monte, el Cupletero tira para el cine. Así que llevamos unas semanas en que podemos  escapar un día al cine mientras los niños cenan unas quesadillas con Consuelo (una dulce criatura de metro y medio que tarda “sólo” dos horas en atravesar esta gigantesca ciudad para hacernos la vida mejor y ganarse unos pesos).

Hemos visto algunas de las películas nominadas a los Oscars, y entre ellas Birdman. El verbo apropiado para el consumo de esta peli, que además tiene el maravilloso título complementario de  La Inesperada Virtud de la Ignorancia, no sería “ver” sino más bien “gozar”.

Lo primero que sorprende de Birdman es su estructura formal: un único plano secuencia acompañado por la insistente percusión de la batería de Antonio Sánchez. En rigor consiste en una serie de largos planos secuencia cosidos entre sí con sutiles costuras con vocación de desaparecer (un oscuro umbral que se atraviesa, un plano fijo del cielo…). ¿Un recurso artificioso? Yo creo que es un alarde perfectamente justificado como recurso narrativo en paralelo al asfixiante bucle mental que vive el protagonista. Pero aún más sorprendente que esa continuidad híper-realista del relato es que esto no suponga renunciar a la fantasía: levitaciones, telequinesis, explosiones, superhéroes voladores… El resultado es una atmósfera fascinante que recuerda al realismo mágico literario, lo que dota a esta historia tan  neoyorkina de un aire muy latinoamericano. 

El dibujo psicológico de los personajes es también todo un festival. Como sabe todo el que me conoce, siento fascinación por el oficio de actuar y por aquellos que lo ejercen. Birdman bucea en las entrañas de varios actores de diversos tipos, lo que constituye un auténtico banquete para la curiosidad del Cupletero: su vanidad pero también su compromiso, sus inseguridades y su valentía, su lucha interior, cómo se sitúan frente al juicio del público y de la crítica…

Sin embargo, si alguien piensa que Birdman es “solo” una peli de actores o de artistas se equivoca, porque es ante todo una peli sobre nuestra identidad personal y su vinculación con nuestra actividad. Alejandro González Iñárritu trabaja constantemente ese tema en la película: ¿somos quien queremos ser o quien nos toca ser?, ¿somos lo que somos por encima de lo que hagamos?, ¿o por el contrario es lo que hacemos lo que nos convierte en lo que somos?, ¿es posible escapar a la etiqueta que los demás ponen sobre nosotros?... No en vano, y aunque sea de forma tangencial, Birdman es la historia de un superhéroe, y ya se sabe que la doble identidad de un superhéroe y el conflicto entre ellas es siempre lo más atractivo del personaje. 

Personalmente, vivo en esa maraña identitaria sin encontrar una respuesta tajante (seguramente no la haya). El último plano de esta película ha sido entendido por mucha gente como un final abierto, y por lo tanto se “acusa” a Iñárritu de escaquearse de dar una respuesta firme. Yo no lo entendí así, para mi esos enormes ojos de Emma Stone, serenos al fin, significan que Riggan (Michael Keaton) es Birdman, pero sólo cuando y porque él así lo ha querido.

Desde Amores Perros sabemos todos que Iñárritu domina perfectamente el arte de relatar con intensidad y emoción. Tanto es así que es capaz, si quiere, de retorcerte el alma y dejarla tirada por el suelo, que es lo que hizo conmigo en Babel. Pero en esta ocasión, además, Iñárritu abraza el humor y la ironía, lo que es muy refrescante para el espectador.

El numeroso elenco que levanta este proyecto está en estado de gracia permanente. Aunque muy correcto, tal vez el trabajo más discreto sea el de Naomi Watts. El siempre eficaz Edward Norton está que se sale en su papel de actor de moda, superdotado y supersobrado.

Si hay un ejemplo vivo de eso que se llama “carrera irregular” en un actor, ese es Michael Keaton. ¡Qué bien le sale la jugada a Iñárritu, eligiendo al Keaton-exBatman para encarnar al Riggan-exBirdman! La sintonía entre las biografías de ambos es evidente y eso genera una complicidad con el público tremenda. Pero es que, al igual que Riggan acaba interpretando el mejor papel de su vida sobre las tablas, Keaton igualmente borda su papel en Birdman y da toda una lección. Impresionante. 

Sin embargo mi favorita, o al menos mi gran descubrimiento en Birdman, es Emma Stone. Su trabajo es todo un golpe de autoridad (¡ese discurso de reproche a su padre es algo de otra galaxia!) y viene a decir que no es una guapita de cara más y que está aquí para quedarse. ¡Bienvenida!

México entero ha hecho suyo el triunfo de Iñárritu en los Oscars. “Gana México”, decía la primera plana de un periódico “de los serios”, con una foto del director, más contento que el Cupletero en el Bar Coyote. El ataque que hizo Iñárritu en su discurso al gobierno mexicano se indica en la prensa, pero sin hacer mucho hincapié. La prensa aquí es en general muy patriotera, y se ensalza la victoria como colectiva, sin parar a analizar el por qué los directores mexicanos ganan Oscars (¡Cuarón el año pasado!) pero para ello necesitan vivir y trabajar fuera de México. Sin embargo Twitter sí, echaba humo en apoyo al ataque del cineasta a la clase política de este país, que sin duda merece todo lo peor. ¡Bravo!

Enhorabuena, Alejandro, has hecho un peliculón.