domingo, 15 de junio de 2014

Pancho, el Perro Millonario



“¿Pero qué hago yo aquí?”, “a ver cuándo acaba esto”, o simplemente “jo, qué rollo” son sólo algunas de las cosas que me pasaban por la cabeza cuando estaba el jueves pasado en el cine con mis niños viendo Pancho, el Perro Millonario. No sintáis lástima por mi, no, que aquí cada uno tiene lo que se merece.

Yo siempre he odiado las pelis de perros, así en general. Ni Lassie, ni Beethoven, ni Socios y Sabuesos, ni Rex el perro policía, ni Cujo el perro asesino ese… Los detesto, y si además el bicho tiene sentimientos y ayuda a su amo a entender el valor de la vida y del amor, ya me enfermo vivo. Sólo recuerdo una peli con un perro entre el reparto principal que me haya gustado: la maravillosa The Artist.

¿Qué hago yo entonces en el cine viendo a Pancho? Para comprenderlo hay que retroceder unos días, cuando cayó en mis manos un Cinemanía en el que leí que alguien había tenido la audacia de producir un largometraje entero sobre el perro del anuncio de la lotería. “Vaya tontería más marciana” pensé yo, y seguí leyendo: protagonizada por Patricia Conde (“¡ostras!”), con la aparición de María Castro (“¡oh!”) y Marta Hazas (“¡anda!”).  Inmediatamente, el hemisferio cupletero de mi cerebro tomó el mando de toda mi materia gris y grité:

-          Niños, ¿queréis ir a ver la peli de Pancho?

-          ¡¡¡¡Síííí!!!!

El resto ya es historia.

Voy a intentar olvidar la manía que le tengo al cine canino para explicar por qué Pancho es una mala película. Principalmente el problema es que no tiene pulso, el ritmo es inexistente. A mis niños les gustó mucho, o eso dicen, pero la verdad es que pasada la primera media hora la niña no paró de treparme y retreparme, y el niño se pasó más rato de pie que sentado.  A las payasadas del perro no les vi  gracia ninguna. El protagonista varón, Iván Massagué, es de un desdibujado que te mata de aburrimiento. Aparece una pareja de esbirros tontorrones , Alex O’Dogherty y Secun de la Rosa  que no funcionan en absoluto, sobre todo, me parece a mi, porque no hay química ninguna entre los dos (¡está muy feo hacerle eso al gran Secun!). César Saracho nos hace una prolongación de su Bernardo de Cámara Café pero en entrenador de perros… resulta resobado y tampoco funciona bien.

Pero no todo en Pancho es malo. La canción de Efecto Pasillo (Me Sabe Bien) es de muy buen rollo. Tenemos a un buen malvado encarnado con clase por Armando del Río. Un buen puñado de secundarios defiende muy dignamente su plaza, como Eloy Azorín, María Castro y sobre todo Marta Hazas.

De todos modos, lo que de verdad me sacaba a ratos de mi letargo era Patricia Conde, no os voy a engañar. Con un desparpajo encantador, buena presentadora y showwoman, pero ¿es actriz? Creo que aún no. Empieza francamente mal, pero según avanza la película va mejorando y llega a lucirse plenamente cuando hace eso que se le da tan bien: interpretar a una rubia guapa y lista que se hace la tonta, o interpretar a una guapa y tonta que se hace la lista. Ambas cosas las borda, y dentro de esos registros nos regala unos cuantos buenos gags.

Para mi que Disney ha puesto a Angelina Jolie al frente de Maléfica para incentivar que los padres (varones) lleven a sus hijos al cine, y que aquí se ha buscado una estrategia parecida confiando en  el tirón de Patricia Conde entre el público masculino. Y los fans de ésta no nos vamos con las manos vacías. Nosotros pagamos las entradas de nuestros niños y a cambio el director de Pancho , Tom Fernández, nos regala todo un muestrario de gestitos traviesos de la guapa (y sobre todo muy salada) vallisoletana… y además ahora mírala con el pelo mojado, y ahora mira cómo mueve la cadera con esta falda de tubo y estos tacones, y ahora un poco de escote…  ¡qué previsibles somos los padres cupleteros!