domingo, 31 de mayo de 2015

Mad Max: Fury Road




El tarado de Max ha vuelto, y lo hace de la mano de su papá, el George Miller que ya escribió y dirigió las tres primeras entregas de la serie, 30 años después de interrumpirla.
Me molaba mucho Mad Max. Por mi edad, conocí la saga por orden inverso. Mi padre nos llevó al cine a mi hermano y a mi a ver Mad Max, Más Allá de la Cúpula del Trueno (1985) , que es la más infantil de todas y que nos flipó: nos pasamos días haciendo coches de Tente a base de injertos. Las dos anteriores, Mad Max 2, Guerrero en la Carretera (1981) y Mad Max (1979) las vi en eso tan ochentis que es… ¡el vídeo co-mu-ni-ta-rio de la comunidad de vecinos! Ojo al concepto, que hablamos casi de arqueología.
Las pelis de aquella trilogía no son obras maestras, pero son muy entretenidas y recrean un universo muy atractivo. Un futuro post apocalíptico (¿o tal vez un presente paralelo?) en el que la Tierra se ha desertizado y la sociedad se ha disgregado completamente, organizándose en algo así como tribus motorizadas, y en la que algunos hombres se han convertido en lobos solitarios y errantes, como es el caso de nuestro Max. Tolkien tiene su Tierra Media, Lucas su “Galaxia lejana, muy lejana”, y Miller tiene sus polvorientas carreteras y su neo-tribalismo sediento de combustible. La recreación de ese mundo, fantástico o no tanto, es la verdadera seña de identidad de la saga.
Por eso no tiene mucho sentido preguntarse si Mad Max: Fury Road es una secuela o una nueva versión de las aventuras de Max. Cuando se le pregunta, George Miller se hace el interesante y dice que no es nada de ello, sino un revisiting. Es cierto que no existe una línea cronológica y argumental firme que una las 4 películas, pero bueno… ya os digo yo que esta última entrega pueda funcionar a la perfección como un  Mad Max 4 en la que se ha sustituido a aquel Mel Gibson en pleno esplendor por un Tom Hardy más duro y rocoso. Mantiene un perfil bajo, pero no lo hace mal, el sustituto. Secuela, nueva versión o revisión, lo que nos entrega Miller es sin duda una excelente película de su género.
Con muchos efectos especiales, pero en los que la oscura sombra del retoque digital queda totalmente eclipsada por los recursos de acción clásica: velocidad, explosiones, disparos y puñetazos. ¿Para qué más? El ritmo es trepidante, con un montaje fantástico que no te da respiro, salvo en dos o tres momentos de diálogo reposado, estratégicamente colocados para tomar aire.
El diseño de producción continúa y mejora la particular estética de la saga, en la que todo es desarrapado, malformado y ortopédico. Da todo mucho asco-gusto, que es una contradictoria sensación que no hace falta explicar.
El casting es un acierto total. Junto el escueto en recursos pero eficaz Tom Hardy, tenemos muchas agradables sorpresas. Un puntazo el guiño para los fans veteranos con la elección de Hugh Keays-Byrne como el malvado Inmortan Joe, después de haber encarnado ya al malo de la primera entrega. Inolvidables esos ojos de fanático y de sádico. Muy buen papel hace también Nicholas Hoult, el crío de Un Niño Grande, convertido en demenciado kamikaze.
La guinda del pastel es la insuperable Charlize Theron, por la que el Cupletero siente lo mismo que el resto de hombres de la Tierra, pero un poco más. Harapienta, sucia y tullida, transmite sin embargo más belleza y más fuerza que nunca. A esta actrizota le dieron ya un Oscar por hacer de fea en la horrible Monster (no por mala película, sino por espantosa en su contenido), pero ya va siendo hora de que gane uno sin necesidad de látex en la cara. Por su Furiosa (así de molón es el nombre de su papel) en esta película sin ir más lejos.
No es raro que Miller se esmerase tanto en la elección de esa Furiosa, principal papel femenino de la película, porque Mad Max: Fury Road es una peli sobre mujeres. Son ellas las que mueven el mundo. Charlize Theron se rodea de un grupo de “vírgenes  vestales” (el harén de Inmortan Joe) lideradas por la supermodelo Rose Huntington-Whiteley, que son quienes inician la revolución, y que son para irse al desierto con ellas y no volver nunca más…
Así que las mujeres jóvenes encienden la llama, pero son las mujeres maduras (ancianas más bien) quienes terminan el trabajo. El cine de acción tiene una deuda pendiente con los personajes de mujeres mayores, a quien siempre ha ignorado. Sin embargo, Mad Max: Fury Road se atreve a mostrarnos un Grupo Salvaje femenino que es una maravilla: abuelas motoristas que dan tiros que da gloria. ¡Ya era hora!
En Mad Max: Fury Road las chicas, de todas las edades, son guerreras… ¡sí señor!
Perdón, ¡sí señora!

lunes, 4 de mayo de 2015

Blade Runner


 
 


Últimamente, la vida me ha estado distrayendo del cine, así que el cuple-cuaderno lleva en blanco dos meses. Para romper el hielo, vamos con una buena, buena: Blade Runner.

En 1982 se estrenó esta legendaria película que, sin embargo, no fue muy bien entendida en principio. Su taquilla inicial fue modesta y su reconocimiento, más: sólo 2 nominaciones a los Oscars con 0 premios. Según el público fue entendiendo que se trataba más de un thriller filosófico que de una peli de tiros futurista, fue gustando más, hasta convertirse en un film de culto, que es como yo ya la conocí.

En mi casa nos acompaña desde que recuerdo, porque siempre ha habido 2 o 3 cintas de VHS (que si una grabada de la tele, que si otra por tu cumpleaños…) y algún y que otro DVD (que si director´s cut, que si con esta regalaban la banda sonora…). El Cupletero tampoco ha dejado pasar las oportunidades que sucesivas reposiciones han concedido para verla en pantalla grande, y es así como de verdad el fundido en negro final con la música de Vangelis te deja pegado a la butaca.

Todo nace de la novela de Philip K. Dick, ¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas?, que es una correcta novela de ciencia ficción, pero no tiene la profundidad y la transcendencia de la película. Es más una novela de polis y robots futurista (año 2019, no queda nada, señores), sin esa búsqueda de la esencia de “lo humano” y de ese conflicto creador-criatura (¿o tal vez dios-hombre?) que persigue la película.

Ese mensaje cala hondo y cala bien porque no es una “homilía”. Si alguien se sienta frente a uno durante dos horas a convencerle de que la vida es efímera, y que la inteligencia humana conlleva ser consciente de ello y bla, bla, bla… desenchufaríamos en un minuto, pero si la reflexión viene escondida en una historia post-apocalíptica con estética cyberpunk y unos cuantos buenos puñetazos y disparos, pues entonces sí funciona. Por ello también ésta es una película que permite muchos visionados, y acompañarte a lo largo de los años.

Si se midiese lo mítica de una peli por el número de versiones y montajes editados de la misma, Blade Runner sería, con 8 versiones, de las campeonas. Pero yo me voy a referir sólo a las dos principales: la primera versión comercial y el Director´s Cut de 1992. Y lo que recomendaría sería ver primero la comercial, porque la voz en off de Rick Deckard (Harrison Ford) da mucha información  contextual, para luego ir al Director´s y deleitarse con el clima sofocante y silencioso de esta versión, además de disfrutar también de un finalazo estupendo (no un pegote infumable como es el de aquella primera versión). De todos modos, del Director’s Cut yo eliminaría la secuencia del unicornio, ya que lo interesante de Deckard no es que sea un Replicante, sino que podría serlo. Esa ambigüedad es lo verdaderamente potente. También nos podrían ahorrar algunos de los planos de la “finalización” de la mujer-serpiente… sólo aquellos en los que se ve al stuntman con su barba cerrada y sus pelos en el pecho.

En Blade Runner confluye un montón de talento y buen criterio. Un Ridley Scott que veía catapultado después de dirigir Alien, el Octavo Pasajero. Un Harrison Ford que era entonces, después de ser Han Solo e Indiana Jones, el tío más follacas del mundo. Un Rutger Hauer en estado de gracia absoluto, transmisor de la máxima brutalidad y de la más fina sensibilidad… maravilloso ese encuentro con su creador  y, por supuesto, impagable en su discurso final, al que añadió de forma improvisada la magnífica línea: “all those moments will be lost in time, like tears in rain… time to die”.

Asistimos también al nacimiento de una estrella llamada Daryl Hannah, que hace un papel corto pero memorable: la Nexus 6 acróbata con ademanes de estrella del rock descarriada. Me la compro.

Mi debilidad absoluta de esta peli, sin embargo, es la Rachael de Sean Young, una tronca que veía de hacer Pelotón Chiflado (¡aguanta la pedrada!) y que, con ayuda de unas estupendas fotografía, vestuario, maquillaje y peluquería, logra robar el foco de atención en todos y cada uno de los planos en los que aparece. Una muñequita vulnerable y sexy inolvidable.

Mi devoción no se queda en Rachael, sino que alcanza de lleno a Sean Young la actriz y la persona. O el personaje, porque su vida es de película. Esta monada rubia teñida siempre de moreno (“ser rubia te hace cruel, loca y egoísta”) fue primero bailarina, luego modelo y después actriz. Tres de las profesiones que menos indiferencia causan en el Cupletero. Estuvo muy cerca de ser la Marion de En Busca del Arca Perdida, pero finalmente no fue hasta Blade Runner que coincidió con Harrison Ford, con quien se entendió fatal. En aquel rodaje se hace una serie de selfies con su Polaroid que son una delicia para mitómanos (gracias, Juan, por descubrírmelas; curiosos vayan a Google y tecleen “Blade Runner polaroids”). 

Así que Blade Runner la pone en el mapa, y de ahí a intervenir en algunas producciones de gran éxito como Dune o Sin Salida. En 1988 coincide en el rodaje de The Boost con el actor James Woods, casado por entonces. Parece ser que tuvieron un breve romance. No se sabe si ella no aceptó el fin del idilio, o si él juega con ella al despiste, o lo que sea, pero el caso es que Woods y su esposa acaban interponiendo una denuncia contra Young por acoso… estamos hablando de dejar una muñeca desfigurada en la puerta de la vivienda del matrimonio, o de colarse en su casa a pisotear el lecho conyugal. La cosa no llegó a los tribunales porque hubo acuerdo económico, pero el caso es que la fama de loca del coño la acompañaría ya toda la vida.

Ahí no acaba la cosa, porque un golpe de mala suerte en forma de accidente de equitación impide que interprete a Vichy Vale en el Batman de Tim Burton, papel que ya tenía otorgado. ¡Cómo me gusta a mi un buen perdedor!

De ahí ya, caída en picado: se presenta vestida de Catwoman en el rodaje de Batman Returns para demostrar que se habían equivocado dando el papel a Michelle Pfeiffer, increpa al director Julian Schnabel mientras éste da su discurso de agradecimiento en una entrega de premios, clínicas de rehabilitación, reality shows cutres en la tele… incluso llega a ser arrestada por colarse en una fiesta tras la gala de los Oscars de 2012. Existe el vídeo de la actriz saliendo de una comisaría de Hollywood, divina de la muerte, explicando que todo ha sido un error. ¿Pero me puede fascinar más una persona?  

Por lo visto se está preparando Blade Runner 2 para 2017, en la que podría aparecer de nuevo Harrison Ford… no se me ocurre una idea mejor para destruir el mito, la verdad.

Lo que deberían hacer es invertir ese dinero en producir a Quentin Tarantino un peliculón protagonizado por Sean Young, de forma que la diva fuera rescatada y puesta de nuevo en el firmamento. A lo David Carradine en Kill Bill. Eso me encantaría, lo digo de cupletero corazón.