Hace poco encontré esta foto y quedé fascinado. Una preciosa
Marilyn frente a un espejo de feria, jugando con el distorsionado reflejo de sí
misma. Pero bien podría tratarse de un espejo plano convencional, porque la
percepción que la actriz tendría de ella misma sería siempre diferente a la que
nosotros, espectadores, tenemos de ella. Si ella se viese tan sumamente
interesante y bella como nosotros la vemos, no habría sido jamás la persona
insegura y dependiente que fue. Y sin embargo esta persona se dedicó a
interpretar, exponiéndose, como lo hacen todos los actores, a la constante
evaluación y crítica por parte del público. Valiente, ¿no?
Me fascinan los actores. Todos admiramos a los artistas en
general: escritores que te hacen reflexionar con una novela, pintores que te
conmueven con un lienzo, compositores que te emocionan con una sinfonía… Pero
para mi la labor del actor tiene un enorme valor añadido. El artista en general
se parapeta detrás de su propia obra cuando se produce la experiencia de su
arte, sin embargo el actor es su
propia obra. Un pintor desnuda su alma
produciendo su cuadro, pero cuando lo termina puede salirse de él y entregarlo
al espectador que tendrá (o no) una complicidad con el artista a través de ese
objeto, de ese cuadro. Un actor no puede hacer eso, no puede tomar distancia de
su propia obra, que es ese personaje que estará defendiendo con su piel, su
voz… su todo. Esto es un acto de
generosidad y valentía que a mi me conmueve.
Su trabajo tiene además una componente enormemente
emocionante: tiene lugar en tiempo real. Es como un atleta, que por mucho que
entrene, se lo juega todo el día de la competición. Y puede ocurrir que
tropiece. Y ocurre. El actor prepara durante mucho tiempo su cuerpo, su mente y
su alma para interpretar su papel, pero a la hora de la verdad se lo juega todo
en una representación, una escena o una toma. Por ello cuando veo a un actor
concentrado esperando a su frase me recuerda al atleta preparado en la línea de
salida o el futbolista que se dispone a tirar un penalti. Esto ocurre de forma brutalmente evidente en
el teatro, pero también en el cine hasta cierto punto.
El cine permite un mayor margen de corrección del trabajo de
un actor, pero por otra parte añade un factor también muy inquietante: la permanencia.
Permanece para la posteridad, sea bueno , malo o regular. Y quedará para
siempre con la propiedad de recordarle que antes era peor actor, o mejor actor,
o más guapo, o menos tenso… o como mínimo más joven (eso seguro).
Desde luego, una peli (o pieza teatral) con un mal guion o
una mala dirección no la levanta el actor por magistral que sea su trabajo,
pero esto no es recíproco, ya que una mala interpretación puede cargarse
cualquier película por buena que sea “sobre el papel”. El actor es la pieza
final del engranaje, la punta de lanza de toda la producción. Todo fracasará si
esa punta de lanza es endeble, pero si es firme se clavará en la carne del
espectador, produciéndose esa comunión mágica.
Ese es el trabajo del actor, a mi entender: penetrar en la carne del espectador empujado por
todo el equipo técnico y artístico.
No es de extrañar que exista prácticamente todo un género de
películas sobre actores. Actores interpretando a actores… apasionante, me
encantan. Tenemos obras maestras como Eva al Desnudo o El Crepúsculo de los Dioses, y muy interesantes también son Mi
Semana con Marilyn, Tootsie en un
código muy diferente, o La Semilla del
Diablo, que sin ser muy de este género, tiene a un impresionante John
Cassavetes actor obsesionado con la fama que llega a pactar con el diablo (ahí
es nada).
Tengo la inmensa suerte de contar con algunos actores entre
mis mejores amigos, y ello no hace más
que aumentar la admiración que siento por ellos. Escucho embelesado cuando
hablan de la forma en la que preparan un personaje, cómo lo estudian, cómo lo
diseccionan. Y me emociona compartir en alguna medida sus inseguridades,
miedos, dudas… y sobre todo su lucha. Es un proceso bellísimo, muy especial.
Toda mi admiración y mi agradecimiento por entretenernos,
por distraernos, por divertirnos, por emocionarnos, por educarnos, por
ayudarnos a reflexionar, a crecer… por ayudarnos a vivir en definitiva.
GRACIAS.
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