Cuando llegué a México, observé junto al apartahotel que fue
nuestra primera morada (Suites Masaryk, valga esto de recomendación) un enorme
cartel que anunciaba el programa de televisión México’s Next Top Model, presentado por Jaydy Michel. El Cupletero
pensó entonces que su tiempo de ocio estaba ya solucionado, pero resultó que
no. El programa es una ñorda que consiste en poner pruebas absurdas a un puñado
de crías de 17 años, escuálidas y tontorronas, para que los jueces luzcan como si fueran
gente súper-ingeniosa. Además no estoy tan mayor como para que me gusten tan
jóvenes (todo llegará).
Después de esta desilusión apagué la tele y volví al cine,
de donde nunca debí haber salido. La primera medida fue sacarme el carnet del
Blockbuster de la calle Horacio, y la
segunda echarme una amiga israelí (Eliane) que posee todo un Blockbuster pirata
con miles de títulos del top-manta… aunque aquí debería llamarse top-puestecillo, porque en México la
piratería no está permitida pero tampoco perseguida, así que en los mercadillos
oficiales conviven puestos de guacamole con los últimos éxitos de las pantallas
en bolsitas de plástico. La policía se pasea por allí preocupada por todo menos
por el futuro de la industria audiovisual.
El Cupletero no piratea. Ni top-manta, ni descargas, ni
nada. Eso sí, si un amigo me ofrece una peli pirata, el yonki cinéfago que hay
en mi sucumbe y se refugia en el “yo-no-me-lucro”
y en el “el-mal-ya-está-hecho”. O sea
que me la llevo y me la veo. Luego la devuelvo rápido, pensando que así el mal
no llega a impregnar mi persona. Un tipo de firmes convicciones, ese soy yo.
Cuestión de Tiempo
(About Time), peli de 2013 que yo
desconocía por completo, ha caído en mis manos de esa manera, y me ha
encantado. Está escrita y dirigida por Richard Curtis, guionista de Cuatro Bodas y un Funeral, Notting
Hill y Love Actually. Esto es lo
mismo que decir que está parida por un auténtico superdotado para la comedia
romántica, que es un género difícil en el que caer en la cursilería, los
lugares comunes y hasta el ridículo es lo más normal.
Es una historia de amor que incluye un elemento tan ingenuo
como viajes en el tiempo, y como ocurrió en Atrapado en el Tiempo, sobre esa idea tan simplona se tejen conceptos
de enorme profundidad vital, pero con una sencillez y un aire de cuento de
hadas que le resta toda pretenciosidad.
Las películas del género “vive la vida como si cada día
fuera tu último día de vida” me producen una ansiedad horrorosa. Me parecen
tramposas y la sublimación del mayor perogrullo que existe (¡ya sabemos que ese tic-tac puede
ser el último de nuestro corazón!). Sin embargo, esta película cambia ese
planteamiento por otro que me parece más adecuado y menos desesperante: vive la
vida como si fuera exactamente aquella que has elegido vivir. No es cierto del
todo, pero siempre es verdad parcialmente… y sí puede ser un punto de vista
constructivo.
El resultado es una comedia sencilla pero muy divertida y
muy emocionante. Me ha descubierto al actor irlandés Domhnall Gleeson, que promete ser el pelirrojo de referencia en el
cine próximo. Perfecta en su papel de sanota belleza está también Rachel Mc Adams. Y sobre todo tenemos
al gran Bill Nighy (que será para
siempre el viejo roquero de Love Actually), que hace toda una creación: una
figura paternal y tierna, sin perder ese aire canalla que acompaña
habitualmente a todos sus papeles.
La peli me puso la lágrima a punto de Candy Candy , sin llegar a hacerme sentir manipulado
emocionalmente, que es algo que me revienta.
Y además me sigo creyendo casto y puro porque no fui yo
quien puso un puñado de pesos en la mano del pirata destructor de la
creatividad y de la industria audiovisual… o a lo mejor no tanto. Ya veremos,
todo es cuestión de tiempo.