“¿Pero qué hago yo
aquí?”, “a ver cuándo acaba esto”,
o simplemente “jo, qué rollo” son sólo
algunas de las cosas que me pasaban por la cabeza cuando estaba el jueves
pasado en el cine con mis niños viendo Pancho,
el Perro Millonario. No sintáis lástima por mi, no, que aquí cada uno tiene
lo que se merece.
Yo siempre he odiado las pelis de perros, así en general. Ni
Lassie, ni Beethoven, ni Socios y Sabuesos, ni Rex el perro policía, ni Cujo el
perro asesino ese… Los detesto, y si además el bicho tiene sentimientos y ayuda
a su amo a entender el valor de la vida y del amor, ya me enfermo vivo. Sólo
recuerdo una peli con un perro entre el reparto principal que me haya gustado:
la maravillosa The Artist.
¿Qué hago yo entonces en el cine viendo a Pancho? Para comprenderlo
hay que retroceder unos días, cuando cayó en mis manos un Cinemanía en el que
leí que alguien había tenido la audacia de producir un largometraje entero
sobre el perro del anuncio de la lotería. “Vaya
tontería más marciana” pensé yo, y seguí leyendo: protagonizada por Patricia Conde (“¡ostras!”), con la aparición de María Castro (“¡oh!”) y Marta Hazas (“¡anda!”). Inmediatamente, el hemisferio cupletero de mi
cerebro tomó el mando de toda mi materia gris y grité:
-
Niños, ¿queréis ir a ver la peli de Pancho?
-
¡¡¡¡Síííí!!!!
El resto ya es historia.
Voy a intentar olvidar la manía que le tengo al cine canino
para explicar por qué Pancho es una mala película. Principalmente el problema
es que no tiene pulso, el ritmo es inexistente. A mis niños les gustó mucho, o
eso dicen, pero la verdad es que pasada la primera media hora la niña no paró
de treparme y retreparme, y el niño se pasó más rato de pie que sentado. A las payasadas del perro no les vi gracia ninguna. El protagonista varón, Iván
Massagué, es de un desdibujado que te mata de aburrimiento. Aparece una pareja
de esbirros tontorrones , Alex O’Dogherty y Secun de la Rosa que no funcionan en absoluto, sobre todo, me
parece a mi, porque no hay química ninguna entre los dos (¡está muy feo hacerle
eso al gran Secun!). César Saracho nos hace una prolongación de su Bernardo de
Cámara Café pero en entrenador de perros… resulta resobado y tampoco funciona
bien.
Pero no todo en Pancho es malo. La canción de Efecto Pasillo
(Me Sabe Bien) es de muy buen rollo.
Tenemos a un buen malvado encarnado con clase por Armando del Río. Un buen
puñado de secundarios defiende muy dignamente su plaza, como Eloy Azorín, María
Castro y sobre todo Marta Hazas.
De todos modos, lo que de verdad me sacaba a ratos de mi
letargo era Patricia Conde, no os voy a engañar. Con un desparpajo encantador,
buena presentadora y showwoman, pero ¿es actriz? Creo que aún no. Empieza
francamente mal, pero según avanza la película va mejorando y llega a lucirse
plenamente cuando hace eso que se le da tan bien: interpretar a una rubia guapa
y lista que se hace la tonta, o interpretar a una guapa y tonta que se hace la
lista. Ambas cosas las borda, y dentro de esos registros nos regala unos
cuantos buenos gags.
Para mi que Disney ha puesto a Angelina Jolie al frente de
Maléfica para incentivar que los padres (varones) lleven a sus hijos al cine, y
que aquí se ha buscado una estrategia parecida confiando en el tirón de Patricia Conde entre el público
masculino. Y los fans de ésta no nos vamos con las manos vacías. Nosotros
pagamos las entradas de nuestros niños y a cambio el director de Pancho , Tom
Fernández, nos regala todo un muestrario de gestitos traviesos de la guapa (y
sobre todo muy salada) vallisoletana… y además ahora mírala con el pelo mojado,
y ahora mira cómo mueve la cadera con esta falda de tubo y estos tacones, y
ahora un poco de escote… ¡qué
previsibles somos los padres cupleteros!
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