Cuando supe de Boyhood
y de su plan de rodaje de 12 años, el concepto que me vino fue “experimento”.
Una película realizada durante ese periodo de tiempo podía ser una pirueta, un
alarde o una curiosidad, pero no cine. Me equivoqué. Es puro cine, y del bueno.
Estira y pone a prueba los elementos temporales que, hasta
ahora, condicionaban la naturaleza del rodaje y por lo tanto también de la
narración cinematográfica, pero se mantiene fiel al resto de elementos. La
épica, el ritmo, los giros argumentales… todo está en Boyhood. Lo que pasa es
que en este caso , el relato no es la caída del Imperio Romano o el motín del
Bounty, sino la vida misma.
Ellar Coltrane
interpreta a Mason, el protagonista, que atraviesa ese periodo de crisis continua
que es la niñez y la adolescencia. Literalmente vemos crecer a Mason/Coltrane
delante de nuestros ojos. No es la dura historia de un niño que se cría en las
calles de Calcuta, ni falta que hace, ya que una vida “normal” tiene
suficientes retos (mudanzas, colegios nuevos, separaciones de los padres,
novias…) como para resultar conmovedora, si se tiene la pericia de Richard Linklater, su director.
No sólo cuenta Boyhood la aventura de crecer. Las adultas vidas de
los padres de Mason, Ethan Hawke y Patricia Arquette, aparecen como tramas secundarias que nos cuentan,
en pocas pero efectivas pinceladas, todos los desafíos, sacrificios y renuncias
que conlleva ser padre. También sus recompensas emocionales, claro.
Hacer crecer y envejecer a los actores delante de la cámara
es un recurso expresivo novedoso y poderosísimo, que duda cabe, pero no es el
único remarcable de Boyhood. En las películas de historias “domésticas” domina
normalmente el tono lírico en la narración, pero en este caso domina claramente
la épica. Ese tono épico, tratando sobre la cotidianidad, es algo que atrapa al
espectador de forma muy especial.
Linklater dirigió Antes
de Amanecer (1994) y sus dos secuelas (¿qué haría este tipo sin Ethan
Hawke?), así que siempre se ha mostrado más interesado por los diálogos y la
reflexión que por las explosiones y las invasiones alienígenas. Boyhood es por
lo tanto un paso adelante muy valiente pero también muy consecuente con su
trayectoria.
Patricia Arquette ganó muy merecidamente el Oscar 2014 a la Mejor Actriz Secundaria, pero el trabajo de sus
compañeros de reparto es igualmente excelente. Ethan Hawke hubiera merecido
otro, tan sólo por la secuencia en la que habla de sexo con su hija, la
sobresaliente también Lorelei Linklater
(sí, la hija del director).
Me encantó la peli, como veis, pero no al 100%. El
buenrollismo instantáneo del tan mitificado College gringo me pareció un atajo
facilón al happy end que no está para
nada a la altura de la calidad general de la película.
Me descoloca un poco también, dentro de esta épica de la normalidad,
algo que me parece una pequeña trampa del guion: el niño quiere ser artista.
Claro, y el arte es a lo que se agarra el chico para apuntalar su personalidad
en la zozobra dieciseisañera. ¿Pero a qué nos agarramos ese 99,99 % de la
población que no sentimos una pulsión artística fuerte que dé sentido a nuestro
morar? ¿Cómo resolvemos la incertidumbre los niños no artistas?
Ojalá Linklater se decida a contárnoslo, pero espero que no
nos haga esperar otros 12 años.
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