lunes, 4 de mayo de 2015

Blade Runner


 
 


Últimamente, la vida me ha estado distrayendo del cine, así que el cuple-cuaderno lleva en blanco dos meses. Para romper el hielo, vamos con una buena, buena: Blade Runner.

En 1982 se estrenó esta legendaria película que, sin embargo, no fue muy bien entendida en principio. Su taquilla inicial fue modesta y su reconocimiento, más: sólo 2 nominaciones a los Oscars con 0 premios. Según el público fue entendiendo que se trataba más de un thriller filosófico que de una peli de tiros futurista, fue gustando más, hasta convertirse en un film de culto, que es como yo ya la conocí.

En mi casa nos acompaña desde que recuerdo, porque siempre ha habido 2 o 3 cintas de VHS (que si una grabada de la tele, que si otra por tu cumpleaños…) y algún y que otro DVD (que si director´s cut, que si con esta regalaban la banda sonora…). El Cupletero tampoco ha dejado pasar las oportunidades que sucesivas reposiciones han concedido para verla en pantalla grande, y es así como de verdad el fundido en negro final con la música de Vangelis te deja pegado a la butaca.

Todo nace de la novela de Philip K. Dick, ¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas?, que es una correcta novela de ciencia ficción, pero no tiene la profundidad y la transcendencia de la película. Es más una novela de polis y robots futurista (año 2019, no queda nada, señores), sin esa búsqueda de la esencia de “lo humano” y de ese conflicto creador-criatura (¿o tal vez dios-hombre?) que persigue la película.

Ese mensaje cala hondo y cala bien porque no es una “homilía”. Si alguien se sienta frente a uno durante dos horas a convencerle de que la vida es efímera, y que la inteligencia humana conlleva ser consciente de ello y bla, bla, bla… desenchufaríamos en un minuto, pero si la reflexión viene escondida en una historia post-apocalíptica con estética cyberpunk y unos cuantos buenos puñetazos y disparos, pues entonces sí funciona. Por ello también ésta es una película que permite muchos visionados, y acompañarte a lo largo de los años.

Si se midiese lo mítica de una peli por el número de versiones y montajes editados de la misma, Blade Runner sería, con 8 versiones, de las campeonas. Pero yo me voy a referir sólo a las dos principales: la primera versión comercial y el Director´s Cut de 1992. Y lo que recomendaría sería ver primero la comercial, porque la voz en off de Rick Deckard (Harrison Ford) da mucha información  contextual, para luego ir al Director´s y deleitarse con el clima sofocante y silencioso de esta versión, además de disfrutar también de un finalazo estupendo (no un pegote infumable como es el de aquella primera versión). De todos modos, del Director’s Cut yo eliminaría la secuencia del unicornio, ya que lo interesante de Deckard no es que sea un Replicante, sino que podría serlo. Esa ambigüedad es lo verdaderamente potente. También nos podrían ahorrar algunos de los planos de la “finalización” de la mujer-serpiente… sólo aquellos en los que se ve al stuntman con su barba cerrada y sus pelos en el pecho.

En Blade Runner confluye un montón de talento y buen criterio. Un Ridley Scott que veía catapultado después de dirigir Alien, el Octavo Pasajero. Un Harrison Ford que era entonces, después de ser Han Solo e Indiana Jones, el tío más follacas del mundo. Un Rutger Hauer en estado de gracia absoluto, transmisor de la máxima brutalidad y de la más fina sensibilidad… maravilloso ese encuentro con su creador  y, por supuesto, impagable en su discurso final, al que añadió de forma improvisada la magnífica línea: “all those moments will be lost in time, like tears in rain… time to die”.

Asistimos también al nacimiento de una estrella llamada Daryl Hannah, que hace un papel corto pero memorable: la Nexus 6 acróbata con ademanes de estrella del rock descarriada. Me la compro.

Mi debilidad absoluta de esta peli, sin embargo, es la Rachael de Sean Young, una tronca que veía de hacer Pelotón Chiflado (¡aguanta la pedrada!) y que, con ayuda de unas estupendas fotografía, vestuario, maquillaje y peluquería, logra robar el foco de atención en todos y cada uno de los planos en los que aparece. Una muñequita vulnerable y sexy inolvidable.

Mi devoción no se queda en Rachael, sino que alcanza de lleno a Sean Young la actriz y la persona. O el personaje, porque su vida es de película. Esta monada rubia teñida siempre de moreno (“ser rubia te hace cruel, loca y egoísta”) fue primero bailarina, luego modelo y después actriz. Tres de las profesiones que menos indiferencia causan en el Cupletero. Estuvo muy cerca de ser la Marion de En Busca del Arca Perdida, pero finalmente no fue hasta Blade Runner que coincidió con Harrison Ford, con quien se entendió fatal. En aquel rodaje se hace una serie de selfies con su Polaroid que son una delicia para mitómanos (gracias, Juan, por descubrírmelas; curiosos vayan a Google y tecleen “Blade Runner polaroids”). 

Así que Blade Runner la pone en el mapa, y de ahí a intervenir en algunas producciones de gran éxito como Dune o Sin Salida. En 1988 coincide en el rodaje de The Boost con el actor James Woods, casado por entonces. Parece ser que tuvieron un breve romance. No se sabe si ella no aceptó el fin del idilio, o si él juega con ella al despiste, o lo que sea, pero el caso es que Woods y su esposa acaban interponiendo una denuncia contra Young por acoso… estamos hablando de dejar una muñeca desfigurada en la puerta de la vivienda del matrimonio, o de colarse en su casa a pisotear el lecho conyugal. La cosa no llegó a los tribunales porque hubo acuerdo económico, pero el caso es que la fama de loca del coño la acompañaría ya toda la vida.

Ahí no acaba la cosa, porque un golpe de mala suerte en forma de accidente de equitación impide que interprete a Vichy Vale en el Batman de Tim Burton, papel que ya tenía otorgado. ¡Cómo me gusta a mi un buen perdedor!

De ahí ya, caída en picado: se presenta vestida de Catwoman en el rodaje de Batman Returns para demostrar que se habían equivocado dando el papel a Michelle Pfeiffer, increpa al director Julian Schnabel mientras éste da su discurso de agradecimiento en una entrega de premios, clínicas de rehabilitación, reality shows cutres en la tele… incluso llega a ser arrestada por colarse en una fiesta tras la gala de los Oscars de 2012. Existe el vídeo de la actriz saliendo de una comisaría de Hollywood, divina de la muerte, explicando que todo ha sido un error. ¿Pero me puede fascinar más una persona?  

Por lo visto se está preparando Blade Runner 2 para 2017, en la que podría aparecer de nuevo Harrison Ford… no se me ocurre una idea mejor para destruir el mito, la verdad.

Lo que deberían hacer es invertir ese dinero en producir a Quentin Tarantino un peliculón protagonizado por Sean Young, de forma que la diva fuera rescatada y puesta de nuevo en el firmamento. A lo David Carradine en Kill Bill. Eso me encantaría, lo digo de cupletero corazón.

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