Por fin tenemos canguro en México y, al igual que la cabra
tira para el monte, el Cupletero tira para el cine. Así que llevamos unas
semanas en que podemos escapar un día al
cine mientras los niños cenan unas quesadillas con Consuelo (una dulce criatura
de metro y medio que tarda “sólo” dos horas en atravesar esta gigantesca ciudad
para hacernos la vida mejor y ganarse unos pesos).
Hemos visto algunas de las películas nominadas a los Oscars, y entre ellas Birdman. El verbo apropiado para el
consumo de esta peli, que además tiene el maravilloso título complementario de La Inesperada
Virtud de la Ignorancia, no sería “ver” sino más bien “gozar”.
Lo primero que sorprende de Birdman es su estructura formal:
un único plano secuencia acompañado por la insistente percusión de la batería
de Antonio Sánchez. En rigor
consiste en una serie de largos planos secuencia cosidos entre sí con sutiles
costuras con vocación de desaparecer (un oscuro umbral que se atraviesa, un
plano fijo del cielo…). ¿Un recurso artificioso? Yo creo que es un alarde
perfectamente justificado como recurso narrativo en paralelo al asfixiante
bucle mental que vive el protagonista. Pero aún más sorprendente que esa
continuidad híper-realista del relato es que esto no suponga renunciar a la
fantasía: levitaciones, telequinesis, explosiones, superhéroes voladores… El
resultado es una atmósfera fascinante que recuerda al realismo mágico literario, lo que dota a esta historia tan neoyorkina de un aire muy
latinoamericano.
El dibujo psicológico de los personajes es también todo un
festival. Como sabe todo el que me conoce, siento fascinación por el oficio de actuar y por aquellos que lo
ejercen. Birdman bucea en las entrañas de varios actores de diversos tipos, lo
que constituye un auténtico banquete para la curiosidad del Cupletero: su
vanidad pero también su compromiso, sus inseguridades y su valentía, su lucha
interior, cómo se sitúan frente al juicio del público y de la crítica…
Sin embargo, si alguien piensa que Birdman es “solo” una
peli de actores o de artistas se equivoca, porque es ante todo una peli sobre
nuestra identidad personal y su vinculación
con nuestra actividad. Alejandro
González Iñárritu trabaja constantemente ese tema en la película: ¿somos
quien queremos ser o quien nos toca ser?, ¿somos lo que somos por encima de lo
que hagamos?, ¿o por el contrario es lo que hacemos lo que nos convierte en lo
que somos?, ¿es posible escapar a la etiqueta que los demás ponen sobre
nosotros?... No en vano, y aunque sea de forma tangencial, Birdman es la
historia de un superhéroe, y ya se
sabe que la doble identidad de un superhéroe y el conflicto entre ellas es
siempre lo más atractivo del personaje.
Personalmente, vivo en esa maraña identitaria sin encontrar
una respuesta tajante (seguramente no la haya). El último plano de esta
película ha sido entendido por mucha gente como un final abierto, y por lo
tanto se “acusa” a Iñárritu de escaquearse de dar una respuesta firme. Yo no lo
entendí así, para mi esos enormes ojos de Emma
Stone, serenos al fin, significan que Riggan (Michael Keaton) es Birdman, pero sólo cuando y porque él así lo ha
querido.
Desde Amores Perros sabemos
todos que Iñárritu domina perfectamente el arte de relatar con intensidad y
emoción. Tanto es así que es capaz, si quiere, de retorcerte el alma y dejarla
tirada por el suelo, que es lo que hizo conmigo en Babel. Pero en esta ocasión, además, Iñárritu abraza el humor y la
ironía, lo que es muy refrescante para el espectador.
El numeroso elenco que levanta este proyecto está en estado
de gracia permanente. Aunque muy correcto, tal vez el trabajo más discreto sea
el de Naomi Watts. El siempre eficaz
Edward Norton está que se sale en su
papel de actor de moda, superdotado y supersobrado.
Si hay un ejemplo vivo de eso que se llama “carrera
irregular” en un actor, ese es Michael
Keaton. ¡Qué bien le sale la jugada a Iñárritu, eligiendo al
Keaton-exBatman para encarnar al Riggan-exBirdman! La sintonía entre las
biografías de ambos es evidente y eso genera una complicidad con el público
tremenda. Pero es que, al igual que Riggan acaba interpretando el mejor papel
de su vida sobre las tablas, Keaton igualmente borda su papel en Birdman y da
toda una lección. Impresionante.
Sin embargo mi favorita, o al menos mi gran descubrimiento
en Birdman, es Emma Stone. Su
trabajo es todo un golpe de autoridad (¡ese discurso de reproche a su padre es
algo de otra galaxia!) y viene a decir que no es una guapita de cara más y que
está aquí para quedarse. ¡Bienvenida!
México entero ha
hecho suyo el triunfo de Iñárritu en los Oscars. “Gana México”, decía la
primera plana de un periódico “de los serios”, con una foto del director, más
contento que el Cupletero en el Bar Coyote. El ataque que hizo Iñárritu en su
discurso al gobierno mexicano se indica en la prensa, pero sin hacer mucho
hincapié. La prensa aquí es en general muy patriotera, y se ensalza la victoria
como colectiva, sin parar a analizar el por qué los directores mexicanos ganan
Oscars (¡Cuarón el año pasado!) pero
para ello necesitan vivir y trabajar fuera de México. Sin embargo Twitter sí,
echaba humo en apoyo al ataque del cineasta a la clase política de este país,
que sin duda merece todo lo peor. ¡Bravo!
Enhorabuena, Alejandro, has hecho un peliculón.
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