Me vais a perdonar, pero si no empiezo así, reviento: ¡hoy
inunda nuestras salas el Diluvio Universal!
El que más y el que menos está familiarizado con el
personaje que da título a la película, aunque sólo sea por esa canción de
campamento de “… estando en cocodrilo y
el orangután, dos pequeñas serpientes, y el águila real…”. Lo primero que
hice después de ver la película fue ir directo a las fuentes y leer el pasaje
correspondiente de El Génesis. Mis sospechas se confirmaron: Noé es un
personaje con muy poco interés si uno se ciñe a lo que se cuenta de él en La
Biblia. Un hombre que por justo y obediente es el elegido por Dios para
sobrevivir, él y su estirpe, a la gran purga, al exterminio de aquel ser
corrupto en que se ha convertido la especie humana. Y por ser el único con la
suficiente disciplina como para darse la trabajera de construir el salvavidas
de toda la fauna. Bondad, obediencia y tesón… de eso no sale una película. Pero
aun así en Hollywood se empeñan en hacer una superproducción entera sobre este
sumiso obrero.
Tienen mucho oficio y mucho dinero en la industria
cinematográfica americana, y la producción tiene elementos suficientes para salir
a flote (otra vez un símil náutico, no lo pude evitar). Pero no es una película
redonda, ni mucho menos, y por desgracia está lastrada por desaciertos que a punto
están de hacer naufragar el proyecto como si fuera el Costa Concordia (ahí va otro, lo siento).
Entre esa carga sobrante que en mi opinión deberían haber
evitado está sobre todo el tratamiento de Los Vigilantes, unos ángeles caídos
que se nos presentan como una suerte de Transformers antediluvianos
(literalmente) que son un injerto infame creado al 100% con tecnología digital y
que además lo parecen. Es decir, que protagonizan escenas de acción que parecen
partidas de Playstation. A ver si nos
enteramos de que el que todo se pueda hacer gracias a los efectos digitales no
significa que todo se deba hacer gracias a los efectos digitales, porque lo que
ocurre muchas veces es que lo que sale no es cine, es un videojuego de mierda.
Tampoco está conseguido un buen ritmo narrativo en la
primera mitad de la película, que resulta lenta y predecible… claro, todos
sabemos qué encargo recibirá Noé y de parte de quién, pero eso no es excusa.
Muchas películas sobre hechos históricos que todos conocemos consiguen intriga
y emoción. En este caso, para intentar compensar en parte esa carencia se
intenta sorprender al espectador en el ámbito de lo formal, tirando de recursos
visuales potentes pero un poco pasados y por tanto no muy sorprendentes, que
dan a algunas partes de la película un aire de videoclip o de experimento tipo
Koyaanisqatsi : cámara rápida, vista de pájaro… dudosamente eficaz.
A pesar de todo esto, salí del cine con la sensación de que
eran más numerosos los aciertos que los errores. Me gustó mucho, para empezar,
la dirección de arte y vestuario. El Antiguo Testamento pasa totalmente por
encima de Darwin, así que, a ocho generaciones de distancia desde Adán y Eva,
¿en qué momento de la cadena evolutiva estábamos? ¿Éramos australopithecus?,
¿homo neanderthalensis?, ¿homo erectus?, ¿sapiens? Y nuestros utensilios, ¿cómo
eran?, ¿de la Edad de Piedra?, ¿Edad de Bronce?, ¿baja Edad Media? La opción
tradicional es ambientar estos relatos en algo así como una primera Edad
Antigua: sandalias, túnicas, dagas de hierro… La muy acertada opción de Aranofsky
es crear una atmósfera atemporal, de ropas y utensilios de un discreto
eclecticismo, que tan pronto te recuerdan al Neolítico, como a la Era Industrial
o incluso a un futuro post-apocalíptico.
Pero sobre todo, el gran mérito de Aranofsky es enriquecer
el personaje de Noé con elementos de duda, de fanatismo, de autocensura y de
debilidad. En la segunda mitad de la película, el personaje, excelentemente encarnado
por Russell Crowe, evoluciona hacia posiciones de tormento, autodestrucción y conflicto muy interesantes. Conflicto con su creador, con su familia y
consigo mismo.
Por otra parte, la historia gana interés respecto a El
Génesis por que se subraya y se alarga
el conflicto entre los descendientes de Caín y de Set hasta más allá del
Diluvio, lo que permite cierto suspense hasta el final.
También es muy de agradecer que se refuerce el papel de las
mujeres, que en La Biblia no tienen ni nombre. El personaje de Ila (interpretada
solventemente por Emma Watson) es imprescindible para que el relato tenga sus
puntos de inflexión y poder escapar de la literalidad bíblica. Y gran parte del interés de la película, para
mi, está en Naameh, interpretada a la perfección por Jennifer Connelly, quien
ya demostró su buena química con Crowe en Una Mente Maravillosa. Discreta y
hasta anodina en la primera mitad, el personaje de Connelly pasa más tarde a la
pista central y nos regala los mejores momentos interpretativos de la película
cuando choca con su ya desquiciado compañero.
Soy gran admirador de Jennifer Connelly desde Dentro del Laberinto, como
actriz y como mujer, y ese lunar que
tiene, cielito lindo, junto a la boca me hace dar gracias por estar vivo
cada vez que lo contemplo. No sé si me explico.
Así que esta superproducción quiere ser muchas cosas a la
vez, y algunas de ellas sobran. Por otra parte falta seguramente determinación
en su rumbo… ¡vaya, lo he vuelto a hacer!
Id al baño antes de entrar al cine, que con tanta agua…
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