martes, 11 de febrero de 2014

El Lobo de Wall Street

 

Aprovechando la vuelta del día del espectador, el miércoles pasado rompí la hucha para pagar a la canguro y escaparme con mi chica al cine. Vimos El Lobo de Wall Street, que es un espectáculo colosal, casi tanto como ver un cine lleno hasta la bandera una tarde entre semana, coincidiendo además con fútbol: nada menos que dos semifinales de Copa del Rey (Atlético de Madrid- Real Madrid y Barcelona-Real Sociedad… casi nada). Valga esto como alegato a favor de los precios populares en las salas.

Muy a menudo, una película enormemente aplaudida por la crítica y recomendada por el público crea tales expectativas que es inevitable cierta decepción en el espectador. Este NO es el caso. “Magistral” es un término que tendemos a usar con ligereza, pero para Scorsese (al menos para este Scorsese) no podemos usar otro. Lo es por su grado de pericia técnica, su oficio para resolver los “nudos” del argumento, su control del ritmo del relato y su capacidad para exprimir las posibilidades de los actores. A sus 71 años, el director está en una plenitud deslumbrante, pero además no ha perdido su frescura, como demuestra en El Lobo de Wall Street utilizando sin complejos y con éxito recursos que otros cineastas más puristas (y muchos críticos) consideran “poco cinematográficos” o “tramposos”, como son la voz en off, los discursos y guiños del protagonista a la cámara, los flashbacks, y hasta los “injertos” publicitarios de cultura pop (¡ese Popeye!). Y todo le sale bien, al viejo zorro.

Tampoco duda Scorsese en recolectar para su banda sonora todo tipo de temas con un eclecticismo totalmente desprejuiciado que incluye desde fragmentos de música barroca hasta canción ligera italiana pasando por el rap, la bossa nova, el rock… ¡de todo! Y siempre eficazmente integrados en la historia. Una pasada.

El Lobo de Wall Street es el retrato de una época, de un lugar concreto, pero sobre todo de una cultura de la ambición y de la búsqueda insaciable del placer a través del sexo, la droga y fundamentalmente del dinero. No dinero como herramienta de poder, de influencia o de control, sino dinero como pasta gansa que gastar rápida y placenteramente. Muy de agradecer es además el respeto que muestra el regidor a la inteligencia del espectador, absteniéndose de hacer el más mínimo juicio de valor al respecto. Es una opción, como también es una opción tener una conducta intachable y la conciencia tranquila, pero tener que volver a casa del trabajo en un cutre vagón de metro. Y tal cual nos lo cuenta Scorsese, sin aplaudirlo ni condenarlo, porque su trabajo es el de contar la historia de la forma más interesante y amena posible, nada más. Desde luego lo logra, porque las peripecias de Jordan Belfort son casi una peli de aventuras sin descanso, y sobre todo una excelente comedia, divertidísima, con situaciones delirantemente hilarantes y algunos de los diálogos más descojonantes que recuerdo. El Cupletero se pasó llorando de la risa más de media película. Afortunadamente es también un drama, así que podía descansar los carrillos a ratos.

En el apartado de interpretaciones uno tiene que hincar la rodilla en el suelo y bajar la cabeza, porque el trabajo de todo el elenco es reverencial. Matthew McConaughey tiene una breve pero absolutamente memorable aparición, incluyendo un fascinante y muy pedagógico discurso. Jonah Hill hace mucho que se considera la joven gran promesa de la comedia americana, pero en esta película se consagra de forma sobresaliente en todos los registros. Se pasea por la pantalla con gran desparpajo también esa bellísima criatura llamada Margot Robbie (póngase aquí la exclamación que cada uno considere pertinente), el gran descubrimiento de la peli, que a pesar de su corta experiencia aguanta perfectamente los envites de ese miura Leo DiCaprio. Éste deja de ser actor para convertirse en una fuerza de la naturaleza llamada Jordan Belfort que te arrolla como un tsunami… su control del personaje es brutal. ¿Qué más tiene que hacer Leo para que le den el Oscar? Toca ya, ¿no?

Como única pega se podría poner que el metraje es excesivo. El montaje original era de 4 horas, y se consiguió bajar a 3. Mucho aún tal vez, para espectadores de próstata “gastada”, pero por más que hago memoria no recuerdo ni un plano que yo descartaría, ni una línea de diálogo que me ahorraría. Así que sí, es una película larga, de 3 horas, pero es que es un latigazo de 3 horas. Una gozada.

 

2 comentarios:

  1. No podía estar más de acuerdo! Es un peliculón que hay que ver...sabes que en esta peli se ha usado el alargamiento digital, no? justo se ve en esta imagen que has puesto, en las piernas. Just in case, un pivón.

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    1. No había visto este comentario! Pues no lo sabía, la verdad... el Cupletero tiene mucho que aprender!

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