Me encantan las películas bélicas o “de guerra”, como se
decía antes, y eso que en su día me hice objetor de conciencia para no empuñar
un arma de fuego, pero bueno, eso es algo que ya me haré mirar cuando toque. Me
gustan además de todos los subgéneros, desde las más graves a las más ligeras.
Desde aquellas que profundizan en los conflictos morales y en la enajenación
que la violencia causa en el ser humano (Apocalypse Now, La Chaqueta Metálica,
Salvar al Soldado Ryan…) hasta las comedias de uniforme verde (La Novia Era Él,
¿Qué Hiciste en la Guerra Papi?...) pasando por las más “históricas” (La
Batalla de Inglaterra, El Día Más Largo, Un Puente Lejano, Banderas de Nuestros
Padres, …) o las que caen más en el lado del cine de aventuras, en las que se
hace hincapié en valores positivos como el compañerismo y la entrega (La Gran
Evasión, Los Cañones de Navarone, …).
Por ello esperaba impaciente el estreno de Monuments Men. La
idea de ver una película bélica clásica, inspirada en las aventuras de un
pelotón del ejército americano encargado de recuperar obras de arte expoliadas
por los nazis me entusiasmaba. Cuando además supe del fabuloso reparto comencé
a salivar como el perro de Pavlov.
Pues bien, durante los primeros minutos de la película mi
entusiasmo se vio bastante recompensado. La presentación de los personajes es
ágil y divertida, los primeros pasos de la trama te enganchan y los diálogos
tienen buenos golpes de humor socarrón, muy al gusto de esas historias bélicas
con repartos muy corales y tono más bien ligero. También es acertada la música,
encargada a Alexandre Desplat, y que contiene una melodía pegadiza con alegres
ecos de marcha militar, recordando mucho a la de Un Puente Lejano y sobre todo
a La Gran Evasión.
Sin embargo, según avanza la película, en lugar de
profundizar en los personajes (algunos de ellos muy interesantes a priori) y de
desarrollar la acción, la cosa se queda estancada, y además se enreda en una
maraña de discursos literales y resobados del tipo “¿por qué estamos luchado?”
o “¿vale la pena arriesgar la vida de un americano por una obra de arte?” llevando al espectador a un incómodo lugar lleno de lacrimógenas
perogrulladas. Pero no se conforman con eso, y se empeñan en hacerte tocar el
cielo de la vergüenza ajena con una
sensiblera y absolutamente innecesaria secuencia protagonizada por una
tienda de campaña, un señor desnudo y un villancico. Habéis leído bien: ¡un
VI-LLAN-CI-CO!
Así que Monuments Men es una fantástica idea, con un acertado
e interesante reparto, que se estrella estrepitosamente contra un muro de
torpezas: discursos de garrafón, lacrimógenas secuencias, personajes deshilvanados
y tontorronas bravuconadas pseudopatrióticas.
Me molesta especialmente lo desaprovechado del personaje de Claire,
interpretado por una espléndida Cate Banchet (¡cómo es esta mujer de elegante!
hasta disfrazada de algo así como bibliotecaria gafotas como en este caso) y
que por ser el más conflictivo podría haber tenido un desarrollo precioso. Si al menos esta película tuviera alguna
buena secuencia de acción… pero ni eso. Afortunadamente Clooney viene de
dirigir Buenas Noches y Buena Suerte y Los Idus de Marzo, y por lo tanto
sabemos que Monuments Men es solo un bache en su carrera. Estaremos atentos a
la remontada.
Siendo muy generosos, esta película os gustará “a ratitos”,
como a mi, así que a quien le interese el tema del expolio nazi y quiera ver
una buena película de aventuras sobre el tema , le recomiendo que vea El Tren
(1964), de John Frankenheimer, con Burt
Lancaster y Jeanne Moreau. Buenísima.
Lo que sí tiene Monuments Men es un guiño gracioso respecto
a un frustrado pintor llamado Adolf Hitler. Su pintura no llegó a pasar de
mediocre y se sugiere que tal vez esta frustración podría haber alimentado la
furia expansiva y exterminadora del Fúhrer. Así que ya estamos todos pensando
cómo podemos hacer para que el Cupletero escriba, produzca, dirija y protagonice
la próxima peli de 007… que si no la vamos a tener.