Actualmente en mi amada Madrid tenemos una oferta teatral
tan amplia que es prácticamente inabarcable. Para todos los gustos, para todos
los presupuestos y en todo tipo de salas. Desde las superproducciones musicales
de los grandes teatros tradicionales de la Gran Vía hasta todo tipo de
microteatros en salas alternativas, sótanos de bares de copas o librerías. Este
fenómeno es sin duda el resultado de una vibración creativa que sacude la
ciudad y brota por cualquier rendija, pero también es un síntoma de una
peligrosa y preocupante desestructuración y desprofesionalización de la
industria teatral. Así están las cosas, existe sin duda un conflicto que
resolver pero no es esta mi tarea… yo aquí he venido a cupletear.
A medio camino exactamente entre los grandes teatros y las minisalas
improvisadas está la Sala AZarte,
una sala mediana que cuenta con un pequeño patio de butacas, pero ni
anfiteatro, ni acomodador, ni cortinas de terciopelo rojas. En esta sala se
representa actualmente Dentro y Fuera,
dirigida y escrita por Víctor García
León (que firmó la buenísima película Vete de Mi).
Todos conocéis ya la fascinación que me provocan los actores
y su oficio, así que no es de extrañar que disfrute especialmente con obras como esta, en las que actores
interpretan a actores, pero en este caso además los actores interpretan a actores
que están interpretando una obra dentro de la obra… algo así como los sucesivos
niveles de sueño de la película Origen. Se nos muestran las intrigas y los
dramas del camerino (¡con lo que disfruto yo mirando donde no debo!), pero
también esa obra dentro de la obra que se descontrola totalmente regalándonos
momentos absolutamente desternillantes.
Gracias a un novedoso (al menos para mi) y eficaz recurso
escénico, esta obra puede experimentarse de dos formas distintas por el
espectador. Es una obra “reversible” (dentro-fuera, ya avisa el título) de modo
que un mismo relato puede ser digerido de dos formas diferentes. Estoy siendo deliberadamente
confuso para no ser demasiado spoiler,
pero os lo voy a resumir: mola mogollón.
Es necesario remarcar lo extraordinariamente buenas que son
las interpretaciones. Paola Matienzo es
un muy correcto juguete roto, una mujer rendida, a quien debemos además la idea
del doble montaje. Alberto Jiménez, que será para siempre el padre del amigo de El
Bola, está totalmente convincente en su viaje hacia el delirio y sus forcejeos
con la realidad y con sus compañeros.
Impresionante Alicia
Rubio, una actriz que me fascina, desconocida (aún) por el público en
general pero muy conocida y reconocida (premio de la Unión de Actores a la
mejor actriz secundaria de cine 2013) dentro de la profesión. Actriz de
tremenda fuerza cómica, con especial “mano” para los papeles costumbristas
(bien lo sabe Daniel Sánchez Arévalo) pero además es un animal dentro del
registro dramático… la verdad que tiene cuando llena sus ojazos de lágrimas es
algo conmovedor. Por ello en Dentro y Fuera dirige su papel entre lo patético y
lo cómico sin dificultad alguna.
Igualmente no muy conocido por el gran público pero
archiconocido dentro del mundo escénico es Pepe
Ocio, un excelente actor que encarna a la perfección a héroes discretos, a
pobres hombre superados por su realidad y a iluminados en el borde de la locura
o el fundamentalismo. En este caso nos sorprende con un registro cómico
absolutamente hilarante y un acertadísimo retrato de algo así como un “tonto
con suerte”. Tiene Ocio en Dentro y Fuera el reto de interpretar a un actor que
es mal actor… algo que sin duda debió costarle mucho trabajo.
De forma modesta pero bella se tratan en esta propuesta
teatral los conceptos “dentro” y “fuera”,
que son tan relativos y subjetivos como podrían serlo “realidad” y “teatro”.
Todos hemos tenido la sensación de estar interpretando un papel en la vida
real, así como todos hemos creído estar tocando la más pura realidad en un
teatro… al menos al Cupletero le pasa.