jueves, 29 de mayo de 2014

Dentro y Fuera



Actualmente en mi amada Madrid tenemos una oferta teatral tan amplia que es prácticamente inabarcable. Para todos los gustos, para todos los presupuestos y en todo tipo de salas. Desde las superproducciones musicales de los grandes teatros tradicionales de la Gran Vía hasta todo tipo de microteatros en salas alternativas, sótanos de bares de copas o librerías. Este fenómeno es sin duda el resultado de una vibración creativa que sacude la ciudad y brota por cualquier rendija, pero también es un síntoma de una peligrosa y preocupante desestructuración y desprofesionalización de la industria teatral. Así están las cosas, existe sin duda un conflicto que resolver pero no es esta mi tarea… yo aquí he venido a cupletear.

A medio camino exactamente entre los grandes teatros y las minisalas improvisadas está la Sala AZarte, una sala mediana que cuenta con un pequeño patio de butacas, pero ni anfiteatro, ni acomodador, ni cortinas de terciopelo rojas. En esta sala se representa actualmente Dentro y Fuera, dirigida y escrita por Víctor García León (que firmó la buenísima película Vete de Mi).

Todos conocéis ya la fascinación que me provocan los actores y su oficio, así que no es de extrañar que disfrute especialmente  con obras como esta, en las que actores interpretan a actores, pero en este caso además los actores interpretan a actores que están interpretando una obra dentro de la obra… algo así como los sucesivos niveles de sueño de la película Origen. Se nos muestran las intrigas y los dramas del camerino (¡con lo que disfruto yo mirando donde no debo!), pero también esa obra dentro de la obra que se descontrola totalmente regalándonos momentos absolutamente desternillantes.

Gracias a un novedoso (al menos para mi) y eficaz recurso escénico, esta obra puede experimentarse de dos formas distintas por el espectador. Es una obra “reversible” (dentro-fuera, ya avisa el título) de modo que un mismo relato puede ser digerido de dos formas diferentes. Estoy siendo deliberadamente confuso para no ser demasiado spoiler, pero os lo voy a resumir: mola mogollón.

Es necesario remarcar lo extraordinariamente buenas que son las interpretaciones. Paola Matienzo es un muy correcto juguete roto, una mujer rendida, a quien debemos además la idea del doble montaje.  Alberto Jiménez, que será para siempre el padre del amigo de El Bola, está totalmente convincente en su viaje hacia el delirio y sus forcejeos con la realidad y con sus compañeros.

Impresionante Alicia Rubio, una actriz que me fascina, desconocida (aún) por el público en general pero muy conocida y reconocida (premio de la Unión de Actores a la mejor actriz secundaria de cine 2013) dentro de la profesión. Actriz de tremenda fuerza cómica, con especial “mano” para los papeles costumbristas (bien lo sabe Daniel Sánchez Arévalo) pero además es un animal dentro del registro dramático… la verdad que tiene cuando llena sus ojazos de lágrimas es algo conmovedor. Por ello en Dentro y Fuera dirige su papel entre lo patético y lo cómico sin dificultad alguna.

Igualmente no muy conocido por el gran público pero archiconocido dentro del mundo escénico es Pepe Ocio, un excelente actor que encarna a la perfección a héroes discretos, a pobres hombre superados por su realidad y a iluminados en el borde de la locura o el fundamentalismo. En este caso nos sorprende con un registro cómico absolutamente hilarante y un acertadísimo retrato de algo así como un “tonto con suerte”. Tiene Ocio en Dentro y Fuera el reto de interpretar a un actor que es mal actor… algo que sin duda debió costarle mucho trabajo.  

De forma modesta pero bella se tratan en esta propuesta teatral  los conceptos “dentro” y “fuera”, que son tan relativos y subjetivos como podrían serlo “realidad” y “teatro”. Todos hemos tenido la sensación de estar interpretando un papel en la vida real, así como todos hemos creído estar tocando la más pura realidad en un teatro… al menos al Cupletero le pasa.

sábado, 17 de mayo de 2014

Nueva Vida en Nueva York


Durante el curso 1998-99, el Cupletero aún no estaba inventado, pero estaba gestándose. Aquel  pre-cupletero o cupletero-larva vivía una experiencia alucinante: una beca Erasmus. El programa erasmus responde desde 1987 a una iniciativa de la Unión Europea para “fabricar” ciudadanos europeos con conciencia de serlo, a través de intercambios entre universidades y ayudas económicas a los estudiantes. Es seguramente el mayor acierto en política cultural europea de la historia y para los participantes una experiencia absolutamente positiva tanto académica como personalmente. Y divertida. Muy, muy, muy divertida. Si uno tiene mucha suerte puede incluso conocer a su futura esposa.

Al poco de volver de aquel inolvidable paréntesis se estrenó Una Casa de Locos (2002), pésima traducción de L’Auberge Espagnole, en la tradición de añadir el adjetivo “loco” al nombre para ir avisando de que se trata de una “divertida comedia”: Loca Academia de Policía (Police Academy), La Loca Historia de las Galaxias (Spaceballs), El Abuelo Está Loco (The Gnome-Mobile), La Loca Historia del Mundo (History of the World Part I)… esto es una buena mierda que debería parar ¡pero ya!

Una Casa de Locos, evaluada fríamente, seguramente no pase de comedia medianamente correcta, pero recrea tan acertadamente el ambiente y las peripecias erasmus que consiguió que llorara de nostalgia. No hablo en sentido figurado, hablo de agua por mis mejillas.

En 2005, el mismo director, Cèdric Klapisch, realizó la primera secuela, Las Muñecas Rusas (esta vez sí, Les Poupées Russes) repitiendo gran parte del reparto y configurando una flojísima película del género “treintañeros dudan si es el momento de sentar la cabeza o no”. A pesar de pillarme en la edad justa de nuevo, no me dijo nada.

Pero ahora se estrena Nueva Vida en Nueva York, traducción libre, tontorrona y spoiler de Casse-tête Chinois (vuelta a las andadas) y esta vez vuelve a tocarme la fibra.  La vida del protagonista de la trilogía, Xavier (Romain Duris), no es exactamente como la mía pero existen suficientes paralelismos como para que me sienta muy identificado con el personaje. Se acerca a los 40 (como yo), tiene un hijo y una hija (como yo), conoció a su mujer y madre de éstos durante su beca erasmus (como yo) y sobre todo es alguien que asiste atónito a un mundo en el que todo el mundo parece saber lo que quiere y cómo conseguirlo, y que por lo tanto marcha firme en esa dirección; mientras tanto, él lidia con una realidad propia azarosa e incontrolable frente a la que sólo puede ir adaptándose como buenamente puede. 

También me une a Xavier una clara tendencia a rodearme de amistades femeninas… yo no tengo, como él, una amiga íntima lesbiana (¡grandísma Cécile de France en este papel!), pero me encantaría; es algo que creo que me merezco y que algún día se me concederá.

Un rompecabezas chino (casse-tête chinois) es algo que no se entiende al primer vistazo pero es un desafío alcanzable: al final todas las piezas encajan. O eso dice esta película, que trata de la complejidad de la vida pero siempre dentro de el tono ligero y en cierta medida edulcorado de una comedia pura. El marco elegido es acertadamente un Nueva York no de postal, sino de asfalto agrietado y engorrosos papeleos, pero que aún así  simboliza, como siempre, la posibilidad de una nueva oportunidad y de la constante reconstrucción de la identidad propia. 

Muy divertida, amena, rápida, atractiva visualmente y con una banda sonora chulísima, la película flojea sin embargo en el desenlace final, como es habitual en la mayoría de las comedias, por otra parte.  A mi me encantó pero no me atrevería a recomendarla con mucha insistencia, porque no todo el mundo tiene porqué sentir la sintonía con Xavier que tiene el Cupletero, que es padre de familia pero aún no sabe qué quiere ser de mayor…

Y recordad, el cine francés siempre en versión original, ¡eh!

 

sábado, 10 de mayo de 2014

Snowpiercer





Este fin de semana se estrena la producción surcoreana Snowpiercer. Pero que nadie espere ver una película de esas cutres como las que están viendo los chinos del frutos-secos cuando vas a comprar hielo, sino más bien un peliculón de calidad hollywoodiense con una factura increíble y un repartazo con estrellas de 3 continentes.

El punto de partida es tan sencillo que resulta naíf: la amenaza del calentamiento global es convertida en apocalipsis glacial por la estulticia humana y los únicos supervivientes se refugian en un tren que les protege de una intemperie ultra-hostil pero que no debe detenerse en ningún momento. Tiene mucho mérito convertir esto en una excelente película de acción futurista, con todos los condicionantes espaciales de un vagón de tren para desarrollar todo tipo de tiroteos y batallas campales indoor. El encargado de conseguirlo es el director Joon-ho Bong (The Host) y desde luego demuestra una habilidad impresionante para poner todo tipo de recursos visuales al servicio del espectáculo. También es evidente que domina el ritmo narrativo que el género necesita.

Si la peli se quedase ahí sería como meter a los 300 de Leónidas en el Cercanías y ya. Pero no, Snowpiercer es además una atroz crítica a una estructura social estratificada donde todo lo que ocurre está orquestado para perpetuarse sin variación alguna. Incómoda y escalofriantemente similar al mundo que vivimos, desde luego.

El reparto es bien marciano pero funciona a la perfección. Tenemos a Kang-ho Song, que es la superestrella del cine de acción coreano y a Ah-sung Ko, la lolita asiática. Aparece brevemente un Ed Harris correcto como siempre. Jamie Bell (Billy Elliot para la eternidad) nos hace ballet a tortazos y a tiros. John Hurt hace de sabio, como no puede ser de otra forma con esa cara de listo. Chris Evans (El Capitán América) está sorprendentemente bien. Seguramente demasiado guapete y demasiado musculitos para resultar duro a cara lavada, mejora mucho apareciendo desaseado y sobrearropado; la verdad es que está muy convincente.

Mención aparte merece Tilda Swinton, una actriz por la que el Cupletero siente pasión absoluta. Evidentemente dotada para la interpretación pero además obsequiada con un físico tan particular que puede hacer de todo menos de mujer “normal”. Guapísima o feísima según a ella le dé la gana, en esta peli borda el papel de la repulsiva Ministra Mason. Me encantaría preguntarle si, como a mi me dio la impresión, se inspiró en Margaret Thatcher para definir el papel. Un día de estos la llamo y se lo comento.

Snowpiercer es una experiencia intensa, con mucha violencia, mucha acción y mucha claustrofobia social. Pero para disfrutarla hay que ir preparado porque la sangre te salpica y porque , como es habitual en el género, hay que aguantar alguna y que otra bravuconada innecesaria y alguna línea de diálogo tontorrona.

Augurio cupletero: Snowpiercer va a ser el Gangnam Style del cine de acción. A ver si acierto.